El Milán de Sacchi, equipos de leyenda

Equipos de Leyenda: El Milán de Sacchi, un equipo contracultural

El fútbol italiano se caracterizó durante años por su férrea defensa, el famoso «catenaccio», inspirado por entrenadores de calado como Helenio Herrera.

Eso les permitió competir a gran nivel e, incluso, ganar títulos mundiales con este sistema. Era una manera discutible por todos los aficionados, excepto los italianos, que adoraban esta forma de jugar.

El Milán de Sacchi, cómo comenzó esta historia

Este concepto sigue hoy día vigente, aunque en claro declive. A mediados de los años ochenta y principio de los noventa, un joven y peculiar entrenador, Arrigo Sacchi, cambió el concepto radicamente y lo aplicó a uno de los equipos más inolvidables de la historia del fútbol. Aquel equipo se denominó «El Milán de Sacchi».

El equipo «rossonero« se caracterizó por realizar una presión asfixiante por todo el campo, jugando con las líneas muy juntas. Esto último quedó marcado a fuego en las siguientes generaciones de entrenadores, pues hoy día no se concibe un equipo que no juegue con sus líneas en veinticinco o treinta metros.

Esto lo abordó sin la regla de cesión a los porteros, lo cual tiene más mérito si cabe, pues no existía la posibilidad, como en la actualidad, de esperar un error del contrario.

La presión se hacía per se, como parte indisoluble del sistema. La característica principal de esta forma de jugar consistía en la movilidad de todos sus componentes, manteniendo siempre la misma distancia con sus compañeros.

Esto necesitaba de un gran desgaste físico y máxima concentración. Para ello, Berlusconi -presidente del Milán y dueño- puso a disposición de Arrigo Sacchi una serie de jugadores capaces de llevar a cabo tan irreverente misión para el fútbol italiano.

El tridente holandés

Alrededor de excelentes futbolistas italianos -Donadoni, Baresi, Maldini, Ancelotti...- colocó a tres holandeses de enorme categoría: Marco Van Basten, Ruud Gullit y Frank Rijkaard.

Estos tres fenómenos aportaron el salto, tanto de calidad como físico, que hizo del Milán una máquina perfecta de jugar al fútbol. Su dominio en el fútbol italiano no se hizo esperar, aunque fue mucho mayor en Europa.

En Italia se cruzó con un argentino de nombre Diego Armando Maradona, que frustró en parte una dinastía de títulos que se aventuraba tiránica.

Aún así, consiguió lo que nadie pronosticó, implantar un sistema de juego muy diferente y tremendamente efectivo, uniendo a ello una belleza y un dominio absoluto del rival que no se conocía en el fútbol transalpino.

Este Milán de Sacchi tenía un sello propio, que muy pocos equipos en la historia han conseguido. Atacaban once y defendían once. A esto siempre se le denominó «fútbol total», siendo los holandeses de mediados de los años setenta sus grandes representantes, aunque el Milán lo llevó al extremo. 

Franco Baresi era el «entrenador« en el campo, capaz de plasmar las ideas de Arrigo Sacchi a la perfección. Su dominio de la defensa era cuasi mecánico.

Resultaba impresionante observar cómo salían los cuatro de atrás como flechas cuando el rival botaba un córner o sacaba una falta. Cuando el capitán ¡Milán! los zagueros salían despavoridos para dejar a los atacantes rivales en offside.

Supuso tal revolución que la International Board cambió la normativa sobre el fuera de juego tras 65 años vigente. A esto sumaban una presión brutal sobre la defensa rival para que no sacase el balón jugado y así recuperarlo en zonas comprometidas. Nadie renunciaba a los esfuerzos. Era una nueva versión del fútbol total.

Marco Van Basten

Marco Van Basten reunía todas las condiciones necesarias de un delantero centro completo. Remataba con ambas piernas, de cabeza y ocupaba una gran parte de terreno. Todo ello aderezado por una calidad fuera de lo común y una mentalidad ganadora pocas veces vista.

Con 23 años, aterrizaría en Italia para debutar en el Calcio de la mano del Milan AC.

En su primer curso, comenzó de la peor formar posible. Una lesión de clavícula le mantuvo durante meses fuera de los terrenos de juego. Volvería en el tramo final de la temporada donde ganaría el Scudetto. En el partido decisivo, salió como suplente en un estadio de San Paolo hasta la bandera. El conjunto I Rossoneri  se jugaba el Scudetto frente a la SSC Napolide Diego Armando Maradona.

El delantero holandés anotaría el gol de la victoria tras una gran asistencia de Ruud Gullit. Con este triunfo, comenzaría el Milan de Sacchi. 

Tras ganar la Eurocopa de 1988, Marco Van Basten ganaría su primer Balón de Oro. Gracias a su exitosa carrera y este trofeo tan preciado, el cisne se convirtió en una estrella del fútbol mundialPor su parte, el Milan de Sacchi se convirtió en el dominador del fútbol europeo. No volverían a ganar el Scudetto pero, someterían a sus rivales en la Copa de Europa.

Ruud Gullit y Frank Rikjaard eran «todocampistas», capaces de correr por todo el terreno de juego, con un despliegue físico inusual para la época. Roberto Donadoni y Carlo Ancelotti ponían a disposición del equipo su calidad con el balón jugado.

No eran hombres de gran físico, pero sí de una inteligencia colectiva y disciplina encomiables. Paolo Maldini era simplemente un fuera de serie.

El Milán ganaba por físico, clase, táctica y mentalidad; hablamos de hace más de treinta años, era algo impensable. Podemos afirmar pues, que se trataba de un equipo adelantado a su época.

Durante los años posteriories se pudo ver en algunos conjuntos de éxito la huella que dejó Arrigo Sacchi, como el Barcelona de Guardiola o el Inter y Real Madrid de Mourinho.

Su hegemonía duró años, causando asombro tanto en el fútbol italiano como mundial. En realidad, y a pesar de sufrir su arrollador periplo -«mi Madrid» fue una de sus víctimas- resultó ser una época fascinante para todo buen degustador del deporte rey.

Este formidable equipo se cruzó en el camino de «La quinta del Buitre», frustrando de manera traumática su asalto a la ansiada Copa de Europa y poniendo fin al periplo internacional de estos jugadores, pues en el campeonato español fueron apartados por otro equipo impresionante, «El Barça de Cruyff», pero eso es otra historia...

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