El error de la Generación Ni-Ni (ni estudio, ni trabajo)
En la sociedad actual divulgamos unos estándares de éxito basados en la fama y el poder, aunque alguno de los que los alcanzan sea gracias a la ley del mínimo esfuerzo. Parece que sólo aquellos dotados de un gran talento artístico o deportivo pueden aspirar al éxito, y por tanto a la felicidad (aunque en algunos casos ese talento sea el de ser un friki).
La mayoría de los jóvenes cuando cantan o tocan un instrumento no lo hacen por el gozo de sentir la música, sino por la ilusión de convertirse en una gran estrella. Lo mismo ocurre cuando están ante un balón de fútbol o empuñan una raqueta de tenis, por lo que el sueño está pervertido desde su origen. En todos esos casos la meta es la de encontrar el reconocimiento público, cuando debiera ser la búsqueda de la excelencia en “aquello que me apasiona”. El reconocimiento llega o no llega, pero si viene es a consecuencia de perseguir un objetivo y convertirlo en la pasión de tu vida.
Al no sentirse poseedores de algún don divino y venerado por los mortales, la autoestima de estos jóvenes y adolescentes se resiente y se convierte en el mayor impedimento para lograr los propósitos más cotidianos. Entonces aparecen los continuos mensajes de auto sabotaje: “tú no vas a conseguirlo”, “tú no vales”, “tú no tienes lo que hace falta”, “tú no lo mereces”… Lo que conlleva unos altos niveles de estrés difíciles de manejar para cualquiera. A partir de ahí aparece lo que pudiera llamarse “la distorsión del foco”, es decir, se enfocan en lo que no han alcanzado como justificación de lo que no van a conseguir, en lugar de valorar lo que pueden lograr como motivación para la acción.
Cuando esa constante frustración se transforma en ira y se mezcla con la culpa, se producen comportamientos dañinos hacia sí mismos y hacia su entorno. La toma de conciencia de ese posible daño les lleva a tirar la toalla. Entonces, esos comportamientos repetidos se automatizan, y se convierten en mecanismos de auto defensa para evitar el sufrimiento posterior, por lo que prefieren no empezar una batalla que dan por perdida. Y más allá, con el tiempo dejan de proponerse ninguna meta. La alternativa es evadirse de la realidad, divertirse para no pensar en lo que no están intentando conseguir por y para sí mismos: “si lo intento y no lo consigo me frustro, si me frustro me domina la ira y la rabia, lo que me hace daño a mí y a los demás, por lo que mejor ni lo intento, mejor NI estudio NI trabajo"".
Al fin y al cabo estamos ante el miedo al fracaso.
CONSECUENCIAS
La generación ‘nini’, un fenómeno social: consecuencias
- Riesgo fácil de caer en pandillas – tienen mucho tiempo libre y necesitan dinero para mantener sus actividades de ocio, lo que puede aumentar sus posibilidades de cometer actos ilegales.
- Problemas emocionales – según expertos en salud mental, no tener un plan de vida productivo puede provocar angustia, depresión y tristeza.
- Falta de estabilidad – gran parte de los jóvenes ‘nini’, han dejado la escuela con el propósito de trabajar y ganar dinero. Sin embargo, al no contar con una educación básica que les permita escalar, no logran mantener sus empleos, pero una vez los pierden tampoco deciden regresar a estudiar.
EL FUTURO DE LOS NINIS
Según la OCDE, más del 27% de los españoles de entre 15 y 29 años ni están escolarizados ni tienen empleo, contra un 15% de media de los 34 países de la organización, y «están en riesgo de exclusión social, pues abandonaron los estudios y la búsqueda de empleo». Pero que los jóvenes hayan renunciado y estén de facto fuera del sistema educacional y laboral es también un drama más allá de lo personal. La sociedad perderá el talento de buena parte de la generación encargada de construir el futuro y tendrá la pesada carga de ayudarlos a malvivir.