Las creencias son los pilares invisibles que sustentan nuestra forma de pensar, sentir y actuar. A través de ellas interpretamos el mundo, damos sentido a nuestras experiencias y construimos una narrativa sobre quiénes somos y qué podemos esperar de los demás.
8 formas de saber si tus creencias son irracionales
Sin embargo, no todas las creencias que poseemos son realistas o beneficiosas para nuestro bienestar psicológico. Muchas de ellas se forman en la infancia, influidas por la educación, la cultura o las experiencias tempranas y, con el tiempo, se consolidan como verdades incuestionables que determinan nuestra manera de afrontar los retos cotidianos.
Estas creencias operan de manera automática, filtrando la información y condicionando nuestras emociones y comportamientos. Por ejemplo, una persona que cree que “debe hacerlo todo bien para ser valiosa” experimentará altos niveles de autoexigencia y culpa ante el más mínimo error. Así, sin darnos cuenta, las creencias moldean nuestras relaciones, nuestra autoestima y nuestra capacidad para adaptarnos a los cambios.
Por ello, resulta fundamental aprender a reconocer y cuestionar las creencias irracionales, aquellas que distorsionan la realidad, nos generan sufrimiento innecesario y limitan nuestro crecimiento personal. Identificarlas no implica juzgarnos, sino desarrollar una mirada más crítica y flexible que nos permita sustituirlas por pensamientos más realistas y saludables. Comprender qué son y cómo influyen en nuestro día a día es el primer paso para mejorar nuestra salud emocional y vivir con mayor equilibrio psicológico.
Una creencia es una verdad subjetiva que la persona considera real. Su contenido hace referencia al mundo que le rodea y a sí misma. Se puede clasificar según su funcionalidad en racionales e irracionales.
Creencias racionales
Las creencias racionales son funcionales para la persona, se expresan en forma de preferencia, deseo, aceptación, flexibilidad o esperanza. Son demostrables y contienen argumentos lógicos. La creencia es racional porque ayuda a la salud emocional de la persona y permite un pensamiento funcional y adaptado. Por ejemplo: “Desearía ganar esta competición”; “me gustaría promocionar en mi trabajo”.
Creencias irracionales
Sin embargo, las creencias irracionales se manifiestan en forma de exigencia, condenación, intolerancia, dramatismo y extremismo. Con expresiones como debería de y tendría que la persona se evalúa, constantemente, de forma radical e incuestionablemente. Este tipo de creencias no están basadas en la realidad de la situación, son incongruentes con el escenario que las ocasionó.
Por ello, el término irracional hace referencia a un argumento que no se basa en una evidencia empírica y se apoya en la fantasía o la superstición. Las personas irracionales suelen ser cerradas, inflexibles y juzgan o condenan a las que mantienen puntos de vista distintos.
A su vez, las creencias irracionales son factores importantes de problemas de salud. Dificultan la consecución de metas y objetivos; por ello, no es de extrañar que afecten, negativamente, a la autorrealización. Producen emociones poco sanas, son disfuncionales y conducen a conductas destructivas y dañinas para el bienestar subjetivo de la persona. Este malestar psicológico puede anteceder a distintos trastornos, como ansiedad y depresión. Además, están relacionadas con el incremento de las experiencias de dolor, comportamientos alimentarios inadecuados y el incremento de consumo de alcohol.
La racionalidad y la irracionalidad conviven entre las creencias de las personas. Es por ello que se puede tener el deseo irracional de destacar en todo y el racional de querer ganar una competición en la que se está participando.
Las 8 formas de saber si nuestras creencias son irracionales:
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Creencias radicales: cuando nos expresamos en términos de todo o nada y creemos que las cosas se clasifican en ambos extremos, rechazando los puntos intermedios: “tengo que ganar siempre”.
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Generalizaciones: se producen cuando sacamos una conclusión general a partir de una sola experiencia o hecho concreto. Es decir, utilizamos un caso aislado para definir cómo “son” las cosas en general. Este tipo de pensamiento nos lleva a emitir juicios de valor injustos y rígidos, sin tener en cuenta que cada situación es diferente. Por ejemplo: “una vez hablé en público y me puse nervioso/a; soy un desastre para hablar delante de la gente.” Al generalizar, convertimos un hecho puntual en una “verdad absoluta”, lo que limita nuestras posibilidades de aprender, mejorar o vivir nuevas experiencias sin miedo.
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Exageraciones: es lo que se conoce comúnmente como “hacer una montaña de un granito de arena”. La persona vive una situación con gran angustia y pesar. Engrandece la situación, aunque esta sea poca cosa.

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Obsesivas: se repiten en nuestra mente de forma compulsiva. Esta obsesión invade nuestra vida en cualquier momento, generando malestar en el estado de ánimo. Es una forma de mortificarnos constantemente por algún acontecimiento desagradable o sobre el que sentimos que hemos cometido un error y no lo aceptamos; así como, alguna situación vivida que consideramos injusta. ”Me equivoqué en una tarea y no consigo quitarme de la cabeza el error”.

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Negativas: solo se ven los aspectos negativos de la situación, obviando los positivos. Esto provoca en la persona una interpretación de rechazo en la que los aspectos positivos pasan desapercibidos, aunque sean visibles y demostrables y, sin embargo, los negativos obtienen toda nuestra atención.
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Rígidas: son incapaces de ver las cosas de otra forma, hay muy poca flexibilidad. Por lo tanto, se viven de forma tajante e indiscutible sin posibilidad de visualizar otras explicaciones. “Si no lo hago todo yo, las cosas saldrán mal”. Esta creencia rígida lleva a la persona a desconfiar de los demás, sobrecargarse de responsabilidades y sentirse frustrada cuando algo no ocurre exactamente como había previsto.
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Idealizadas: se realiza una visión del acontecimiento irreal o romántica. Basada en ideales preestablecidos que dirigen la información acorde a ellos. Por ejemplo, cuando nos enamoramos e idealizamos a esa persona, centrándonos en aspectos positivos y cegados ante los negativos.
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Poco científicas: se basan totalmente en la creencia y nada en la evidencia real. De esta forma, se distorsiona la realidad ajustándola a lo que creemos. ”Para que una pareja sea realmente feliz tiene que hacer todas las actividades juntos”.
Identificar qué clase de creencia es la que se encuentra en nuestro pensamiento nos puede ayudar a afrontar la situación con más, y mejores, herramientas psicológicas. También, a desterrar mitos, idealizaciones y comportamientos perjudiciales para nuestra salud emocional. No es fácil, es un trabajo diario y consciente, pero se puede entrenar.
Si sientes que tus pensamientos o creencias te generan malestar, te bloquean o te hacen dudar constantemente de ti, recuerda que no tienes por qué afrontar esta situación en soledad. La terapia puede ayudarte a identificar esas creencias irracionales que limitan tu bienestar, comprender de dónde vienen y transformarlas en pensamientos más realistas, flexibles y saludables.
En PsicoEmoSa te acompañamos en este proceso de cambio con un enfoque cercano y personalizado. Trabajaremos fortaleciendo tu autoestima, mejorando la gestión emocional y construyendo una forma de pensar más amable y equilibrada.
No dejes que las creencias irracionales dirijan tu vida. Empieza hoy a cambiar tu manera de pensar y da el primer paso hacia una mente más libre y en calma.
NOTA: Imagen principal de Depositphotos

