Dama de Elche: Características de una Pieza Única
La Dama de Elche es, sin duda, la pieza más famosa de la artesanía ibera, tanto a nivel nacional como internacional. A pesar de que su descubrimiento fue hace mucho tiempo y se encuentra descontextualizada, todavía existen muchas incógnitas en torno a esta obra.
A lo largo de los últimos 125 años, hemos descubierto otras esculturas que posiblemente han contribuido más a nuestro conocimiento sobre la cultura ibera. Sin embargo, la Dama de Elche sigue siendo considerada la realización más impresionante, de mayor calidad y una de las mejor conservadas de la estatuaria ibera prerromana.
La leyenda que rodea a esta obra comienza con su controvertido hallazgo en La Alcudia de Elche en 1897. Posteriormente, fue llevada al Louvre por Pierre Paris y finalmente regresó a España en 1941, convirtiéndose en un símbolo patrio. En un principio, fue exhibida en el Museo del Prado y desde 1971 se encuentra en su ubicación definitiva en el Museo Arqueológico Nacional.
A lo largo de todos estos años, el gran nivel de importancia de la pieza ha impulsado los trabajos enfocados en comprender mejor su origen y fabricación. Por ejemplo, gracias a los estudios microscópicos (ópticos y electrónicos) y a los análisis de rayos X, tenemos conocimiento de que la escultura fue tallada en una caliza fosilífera con características muy particulares, lo cual nos permite ubicar su procedencia en las canteras de El Ferriol, a unos 10 kilómetros al norte de Elche.
El equipo francoespañol que investigó la zona hace quince años no solo logró documentar la actividad extractiva durante la época ibérica, sino que incluso descubrió en plena cantera la escultura de un guerrero que fue descartada a medio terminar, posiblemente debido a una grieta que se abrió en una de sus superficies durante el proceso de desbastado.
Gracias a todas estas evidencias, sabemos que en las canteras no solo se extraían los bloques de piedra mediante la combinación de cuñas de hierro y martillos tallantes (una especie de hacha utilizada por los canteros), sino que también, una vez separados de la roca, eran desbastados y rebajados para adaptarlos aproximadamente al tamaño de las esculturas que se iban a tallar con ellos.
Esta última operación requeriría, lógicamente, la presencia de los propios escultores en la cantera (lo cual no es extraño, ya que en todas las épocas y culturas los escultores suelen interesarse en elegir personalmente el material con el que trabajarán), pero también contribuiría a facilitar el transporte del bloque de piedra, ya que se reduciría al mínimo el material sobrante.
Debemos tener en cuenta que la Dama de Elche, en su estado actual, pesa 65 kilogramos, pero conocemos esculturas ibéricas mucho más voluminosas.
La elección del material, sin duda, fue cuidadosamente considerada. Aunque muchas esculturas ilicitanas fueron talladas en piedra proveniente de estas mismas canteras, como es el caso de la famosa cabeza de grifo de La Alcudia, la mayoría de las piezas del yacimiento fueron fabricadas con otro tipo de arenisca de menor calidad disponible en la cantera de Altabix, que se encontraba más cerca del poblado.
Una vez que la pieza fue esbozada, fue transportada en un carro o algún tipo de trineo hasta el lugar donde sería expuesta, junto al taller del escultor responsable de su ejecución. Fue en este momento cuando el especialista terminaría de esculpir la estatua.
El artesano comenzaría eliminando el exceso de piedra con mazos y punteros de hierro, para luego dar forma a los detalles con cinceles de diferentes anchuras, humedeciendo ocasionalmente la caliza para reducir su resistencia. Dado el rápido desgaste del metal al golpear la piedra, es probable que todo escultor tuviera a su disposición una fragua para afilar una y otra vez el filo de sus herramientas.
Una vez modelada, la Dama fue cuidadosamente alisada mediante el frotado con piedras abrasivas, para luego ser recubierta con una capa uniforme de yeso y carbonato cálcico, y finalmente, coloreada.
A pesar de que las esculturas ibéricas generalmente no conservan sus colores (la Dama de Baza es una excepción espectacular en este sentido), en la Dama de Elche se han encontrado rastros de azul egipcio, ocre, cinabrio mineral y un rojo translúcido de origen orgánico, entre otros pigmentos, principalmente visibles en los pliegues del manto y en los labios. Sin embargo, también es relevante lo que no se ha conservado de la Dama de Elche.
Aun con todo, desde su descubrimiento siempre se ha considerado como un busto, hace décadas que se plantea la posibilidad de que la pieza, tal como la conocemos, sea solo un fragmento de una escultura inicialmente más grande, probablemente de cuerpo entero, de pie o, como la Dama de Baza, sentada.
Los defensores de esta hipótesis señalan que el plano basal de la pieza, donde aún se conservan las marcas del martillo con el que se talló, no es precisamente regular, lo que podría deberse a la necesidad de "arreglar" la escultura cuando se rompió.
Sin embargo, existen otros bustos ibéricos claramente definidos, lo que nos indica que al menos la plástica ibérica concebía este tipo de diseños. Por otro lado, la decoración de la Dama parece estar diseñada para su disposición como busto, al igual que el hueco que se abre en su espalda, sobre lo cual volveremos más adelante. Esta cuestión, sin embargo, al igual que muchas otras relacionadas con la Dama, debe dejarse abierta por el momento.
Se ha debatido ampliamente sobre el origen y la influencia cultural de los escultores que trabajaron en Iberia. La historiografía tradicional ha tendido a considerar a la península ibérica como una región periférica y rezagada en comparación con los grandes centros culturales del Mediterráneo clásico, como Grecia y Roma.
Sin embargo, esta visión no concuerda con la extraordinaria calidad técnica (y artística, podríamos añadir) de algunas de las esculturas ibéricas, entre las cuales destaca la Dama de Elche.
Podemos mencionar también la llamada koré de Alicante, las esfinges de Agost (Alicante) o el grupo escultórico de Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén). Y no podemos olvidar la llamada Bicha de Balazote, cuya iconografía se asemeja punto por punto a la del dios río griego Aqueloo.
Hoy en día, tendemos a pensar que la estatuaria ibérica se desarrolló en estrecha conexión con la griega, hasta el punto de que es posible que algunos escultores helenos trabajaran en Iberia (como Plinio nos dice que lo hicieron en Persia). También parece plausible que más de un artesano ibero haya acudido a los talleres griegos para recibir formación.
No obstante, más allá de esta influencia helena, el imaginario representado en las esculturas era local. Si bien las palabras podrían ser griegas, por así decirlo, el lenguaje utilizado era ibero.
Era el lenguaje de las élites locales que buscaban legitimarse a sí mismas y difundir su visión del mundo, y lo hicieron a través de imágenes monumentales, visibles para toda la comunidad y tan duraderas como la propia piedra en la que fueron esculpidas.
Anteriormente se ha mencionado el espacio vacío que se encuentra detrás de la Dama. Nos referimos a una pequeña hornacina hemisférica ubicada entre los omóplatos de la mujer y que no es visible desde la parte frontal.
Aunque en su momento no se comprendió bien este compartimento cuando se descubrió la pieza, el hallazgo de la Dama de Baza en 1971 arrojó nueva luz sobre el tema, ya que también ella incorpora un pequeño nicho, en este caso entre las patas de su trono, en el interior del cual se encontraron las cenizas de la difunta que había sido enterrada utilizando la escultura como urna cineraria.
En la actualidad, conocemos más esculturas ibéricas utilizadas con este propósito. Además, los análisis recientes demuestran que la Dama de Elche también sirvió como receptáculo funerario monumental.
Por lo tanto, alguien, en algún momento de los siglos V o IV a.C. (no es posible precisar más la cronología, ya que solo podemos establecerla a través de criterios estilísticos), decidió ser enterrado utilizando esta escultura como urna funeraria.
Se desconoce si la imagen representaba a la difunta misma (aunque la marcada idealización de sus rasgos dificulta esta hipótesis) o, lo que parece más probable, a alguna de sus antepasadas o a una diosa.
En caso de ser ciertas estas dos últimas opciones, la persona fallecida habría buscado ser enterrada en conexión con lo que consideraba una figura de poder dentro de su sociedad; un personaje al que recurrir al iniciar el difícil tránsito que se inicia con la muerte.
La Dama no fue encontrada en una necrópolis, sino en el asentamiento de la Alcudia de Elche, en un contexto diferente al lugar donde probablemente se depositaron los restos de la persona fallecida en su elaborada urna.
Existe un misterioso episodio en la historia de la Dama que involucra su desplazamiento y posiblemente su reutilización. Actualmente, se están realizando nuevas investigaciones en el sitio arqueológico con el objetivo de resolver este enigma, por lo que es probable que, 127 años después de su descubrimiento, la Dama aún tenga más secretos por revelar.
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